jueves, 12 de agosto de 2010

Aprendiendo a vivir...

"Cuentan que un hijo le dijo a su padre que quería ser un líder, y le preguntó cómo podía lograrlo.
El padre le respondió que lo primero que tenía que hacer era estar consciente de sus conductas. Que cada vez que sintiera que había hecho daño a una persona, clavara un clavo en la cerca de su casa.
El hijo aceptó el reto y empezó a tomar mayor conciencia de sus actos. Siguiendo el consejo de su padre, comenzó a poner clavos con el martillo cada vez que hacía daño, maltrataba a una persona o no la respetaba.
Luego de un tiempo el hijo dejó de poner clavos en la cerca, porque ya era consciente de sus actos y trataba bien a las personas. Entonces preguntó a su padre: `¿y ahora qué hago?´
El padre le respondió diciéndole que por cada acto de bien y servicio que realizase, sacase un clavo de la cerca.
El hijo nuevamente aceptó el reto y empezó, poco a poco, a sacar los clavos. Ya estaba despierto, era consciente y además se dedicaba a ayudar a las personas. En poco tiempo logró sacar todos los clavos.
Contento, se acercó donde su padre, quizá con un poco de soberbia y le dijo: `¡He terminado! ¡Logré sacar todos los clavos!. Finalmente he aprendido a ser una mejor persona, un líder´. Sin embargo, acto seguido lo asaltó una duda: `¿ahora qué haremos con todos los huecos que dejaron los clavos en la cerca?´.
El padre le respondió: `No los toques. Están allí para recordarte siempre que en tu camino de aprendizaje dejaste una huella de dolor en la gente y que gracias a su entrega, comprensión y colaboración ahora puedes ser la persona que eres´."

Extraído del libro El Camino del Líder de David Fischman

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