sábado, 20 de noviembre de 2010

La Mariposa y la Flor

"Cierta vez, un hombre le pidió a Dios que le diera una flor y una mariposa.
Pero Dios le dio un cactus y una oruga. El hombre quedó triste, pues no entendió por qué su pedido no había sido satisfecho. Luego pensó: Claro... con tanta gente que atender...
Y resolvió no cuestionar más.
Psado algún tiempo, el hombre fue a ver aquello que algún día le enviaron. Para su sorpresa, del espinosa y feo cactus había nacido la más bella de las flores.
Y la horrible oruga se transformó en una bellísima mariposa.

No siempre lo que deseas es lo que necesitas.
Como Él nunca falla en la entrega de sus pedidos, sigue sin dudar ni murmurar: la espina de hoy será la flor de mañana
."

Tomado del libro La Culpa es de la Vaca 2 de Jaime Lopera Gutierrez y Marta Inés Bernal Trujillo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los Cien Días del Plebeyo

"Una bella princesa estaba buscando consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejèrcitos, tronos… Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riquezas que el amor y la perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

- Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esa será mi dote.

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:

- Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba, me desposarás.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.

De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había permanecido cien días.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:

- ¿Que te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿porqué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?

Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas, el plebeyo contestó en voz baja:

- La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.

Moraleja: Cuando estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una palabra de comprensión o estímulo. Las personas tienen que hacerse merecedoras del amor que se les ofrece."

Extraído del libro La Culpa es de la Vaca de Jaime Lopera y Marta Bernal

domingo, 7 de noviembre de 2010

Pasaré solo una vez...

"Pasaré solo una vez por esta vida.
Por tanto, cualquier bien que pueda hacer
O cualquier bondad que pueda mostrar a cualquier criatura,
Permíteme hacerla ahora.
No dejes que la aplace o la rechace,
Porque no pasaré de nuevo por este camino."


Etienne de Grellet

sábado, 6 de noviembre de 2010

Oración

"Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz;
Que donde haya odio, yo lleve el amor.
Que donde haya ofensa, yo lleve el perdón.
Que donde haya discordia, yo lleve la unión.
Que donde haya duda, yo lleve la fe.
Que donde haya error, yo lleve la verdad.
Que donde haya desesperación, yo lleve la esperanza.
Que donde haya tristeza, yo lleve la alegría.
Que donde están las tinieblas, yo lleve la luz.
Oh Maestro, haz que yo no busque ser consolado sino consolar.
Ser comprendido sino comprender.
Ser amado sino amar.
Porque dando es como se recibe;
Perdonando es como se es perdonado;
Muriendo es como se resucita a la vida eterna."


San Francisco de Asís

martes, 2 de noviembre de 2010

Lo tuyo y lo mío

Cuando la señora llegó a la estación, le informaron que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera.

Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fíjamente al joven.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: No podrá ser tan caradura, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.

- ¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.

- De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: ¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo! De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad.

Por lo general nos inquietamos por eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca van a ocurrir.


Dice un viejo proverbio: Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera.

* Contribución de Maribel Zupel, 3 de septiembre de 2001."

Tomado del libro La Culpa es de la Vaca de Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo